Edmundo Jarquín quiere jugar a los golpes
A 24 horas del hecho, el líder del Movimiento Renovador Sandinista Edmundo Jarquín, en un artículo publicado este viernes, describe el intento de golpe de estado contra el presidente Rafael Correa como una simple «asonada» de unos policías «en protesta por lo que entendieron era privación de algunos beneficios».
El pasado jueves se secuestró por varias horas y se atentó contra la seguridad física del presidente ecuatoriano. Se cerraron aeropuertos. Se agredieron medios gubernamentales. Cuatro ciudadanos de ese país fueron asesinados y miles fueron gaseados, golpeados o vejados. Decenas de miles salieron a las calles de todas las ciudades del país. Se montó un operativo de rescate que involucró a centenares de soldados con una balacera que se prolongó por más de una hora. Los presidentes de América del Sur volaron de urgencia hacia Buenos Aires para definir una serie de medidas ante lo ocurrido, etcétera, etcétera.
Desde la noche del jueves quedó bien claro que lo ocurrido en Quito ni se pareció a «una asonada policial» en protesta por unas canastas navideñas y unas medallas. El que a estas alturas todavía sostenga semejante barbaridad, o es un golpista o vive en una burbuja. Edmundo Jarquín no vive en una burbuja.
Tras constatar que en América Latina ya «no hay espacio para los cuartelazos de antaño», es decir, tras negar el golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya el pasado año en Honduras, Jarquín explica su visión sobre el tema del golpismo:
«Lamentablemente, no ocurre lo mismo con los golpes desde el Estado que es la nueva modalidad que, como en Nicaragua, adoptan los gobiernos autoritarios. Llegan al poder por elecciones democráticas, y una vez instalados, comienzan a desmantelar la institucionalidad democrática, incluyendo el propio sistema electoral».
O sea que, para Jarquín, el verdadero golpismo no ocurrió en Quito (ahí sólo hubo una asonada de unos policías bonachones pero medio brutos) sino que está ocurriendo en Managua.
Y sigue el líder «renovador»:
«Resulta creíble la reacción antigolpista de gobiernos democráticos ya sean de derecha o centroderecha, como los de Chile y Colombia, o los gobiernos democráticos de izquierda o centroizquierda como los de Brasil y Uruguay, pero no resulta creíble la de un Presidente, como Daniel Ortega, que se ha encargado de dar un golpe de Estado a la democracia, desde el propio Estado».
Jarquín ni siquiera menciona la reacción antigolpista del presidente Correa, del presidente Chávez, del presidente Morales ni del ex presidente Zelaya. Todos ellos han sido objeto de golpes de estado o de intentos de golpe muy reales y concretos. Pero para Jarquín, los golpes contra los gobiernos del ALBA no son golpes. A pesar de los muertos y de todos los horrores.
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